martes, 5 de septiembre de 2017

Ciudad de Dios

Título original: Ciudade de Deus. Año: 2002. País: Brasil. Género: Drama. Directores: Fernando Meirelles y Kátia Lund. Guionista: Braulio Mantovani (adaptando la novela de Paulo Lins). Intérpretes: Alexandre Rodrigues, Leandro Filmino, Phellipe Haagensen, Douglas Silva, Seu Jorge, Jonathan Haagensen, Matheus Nachtergaele, Alice Braga, Emerson Goves.

Ciudad de Dios es una película de denuncia social; pero, a su vez, no es otra película de denuncia social. Para situarnos un poco tendríamos que indicar que el título viene dado por esa barriada de Río de Janeiro en la que malviven (y conviven) gente sin recursos, delincuentes, traficantes y violentas mafias. En Ciudad de Dios (la película; basada en una historia real relatada por Paulo Lins en forma de novela) somos testigos de las idas y venidas de Buscapé (Alexandre Rodrigues), quien sueña con trabajar como fotógrafo y escapar de un lugar en el que su futuro se torna incierto y oscuro. En el lado opuesto, y como gran contrapunto, tenemos a Dadinho (Douglas Silva), quien con el paso del tiempo se convertirá en un ser (conocido como Zé Pequeño e interpretado por Leandro Firmino da Hora) tan peligroso como despreciable. Buscapé es quien, a través de su voz en off (generalmente un recurso fácil que aquí funciona a la perfección), se encarga de narrarnos su niñez y adolescencia (la suya y la de su entorno) en tan peligroso lugar. A destacar, ya que hablamos de los personajes, la espontaneidad de todos los intérpretes, rasgo que ayuda a dar credibilidad a una cinta de estas características.


Se podría definir (un poco burdamente, y a pesar de las diferencias de discurso y situación geográfica) a Ciudad de Dios como la hermanastra cruda y dura de Slumdog Millionaire (la multipremiada cinta de Danny Boyle, el director de Trainspotting). Aunque, teniendo en cuenta que Ciudad de Dios es anterior, quizá sería más correcto decir que Slumdog Millionaire es su hermana bastarda, dulce y hasta luminosa. De todas maneras, ambas poseen un acabado lo suficientemente llamativo como para funcionar sin estas (odiosas) comparaciones.


Pero Ciudad de Dios no sería un trabajo tan redondo si detrás de la cámara no estuviese Fernando Meirelles, director de El jardinero fiel (The Constant Gardener); su magnífica labor se destapa como uno de los puntos claves de la cinta (véase, como ejemplo, la escena inicial con la cámara girando alrededor de Buscapé). Sus encuadres, sus planos y la agilidad que imprime al relato (ayudado por sus impolutos movimientos de cámara y por el decidido trabajo de montaje) logran que el interés no decaiga ni cuando, durante el último tramo, la cinta deriva en una suerte de frenética película de acción (estilo Quentin Tarantino o Guy Ritchie) que refleja las encarnizadas luchas de bandas. Su acertada estética (excelente labor de fotografía) o la función ejercida por su banda sonora (sirva la empleada durante la persecución a la gallina) no desmerecen. Ciudad de Dios es, en conjunto y a pesar de que (y por ponerle alguna pega) no logre sacar todo el jugo a algunos de sus personajes secundarios, una de las propuestas más estimulantes (y necesarias) que nos ha ofrecido el séptimo arte en los últimos tiempos. Señalar, como curiosidad, sus (muy merecidas) cuatro nominaciones a los Oscar: mejor director, guión adaptado, montaje y fotografía.

Lo mejor: La historia que nos narra y cómo nos la narran. La energía y (evidente) dedicación de todos los implicados.

Lo peor: Me deja con ganas de saber más de algunos personajes cuyas historias quedan un tanto desdibujadas conforme avanza la trama.

Puntuación: 8,5/10.

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