domingo, 25 de septiembre de 2022

Barry Lyndon

Título original: Barry Lyndon. Año: 1975. País: Reino Unido. Género: Drama. Director: Stanley Kubrick. Guionista: Stanley Kubrick (adaptando la novela de William Thackeray). Intérpretes: Ryan O’Neal, Marisa Berenson, Mary Kean, Patrick Magee, Leon Vitali, Philip Stone, Gay Hamilton, Hardy Krüger, Wolf Kahler, Steven Berkoff.

Mientras veía Barry Lyndon, no podía evitar pensar que funciona perfectamente como contrapunto masculino (que no masculinista) a las traslaciones fílmicas de los relatos de Jane Austen. Barry Lyndon es un drama de época, basado en la novela de William Thackeray y protagonizado por Ryan O'Neal (en uno de los más complejos papeles de su carrera). O'Neal interpreta a un antihéroe; un personaje que sufre una transformación drástica conforme la película avanza, ofreciendo así un amplio abanico de posibilidades interpretativas. A pesar de ello, y de tener que sobrellevar gran parte del peso de la cinta, la suya no pasa de formal con ligeros momentos de grandeza. Estos últimos coinciden curiosamente con aquellos en los que su personaje desata su temperamento. Es decir, los que dan opción al lucimiento y que aborda con sobriedad.

 
 
La película se divide en dos partes claramente delimitadas por el director. La primera es la presentación del personaje principal, de su entorno de clase media y de sus aspiraciones (léase pretensiones), tanto amorosas como adquisitivas; la segunda, en cambio, nos ofrece un relato familiar tan complejo como hipnótico, así como un retrato de la clase alta, de la aristocracia. Dicho segundo acto resulta más distendido y liviano, debido a su aproximación al culebrón más clásico. 

 

El ritmo de la película es bueno, sobre todo teniendo en cuenta su excesiva duración y a pesar del ligero hastío de varios de sus pasajes, auspiciado, en parte, por la contemplativa dirección de Kubrick. Afortunadamente, sus planos son tan bellos que ello no llega a constituir un problema demasiado notable. Pero las grandes virtudes de esta producción hay que buscarlas en el apartado técnico. Las actuaciones son correctas y el trabajo de Kubrick destacable, pero sin duda lo más interesante se halla en su maravillosa banda sonora (a pesar de que se repita en demasía), en unos decorados y vestuario impecables y en su prodigiosa (experimental y notable) fotografía. Para esta última se utilizó iluminación natural y unas lentes especiales facilitadas por una empresa alemana cuyos productos eran utilizados por… ¡la NASA! Resultan especialmente bellas aquellas escenas iluminadas únicamente por velas. Este último detalle da buena muestra de la minuciosidad extrema de la que hacía gala el director, la cual da como resultado títulos tan cuidados e innovadores pero a la vez tan fríos como el presente. Frío por la distante forma con que el cineasta aborda el relato (véase su narración en tercera persona). Frío que sólo es roto de forma ocasional (véase el duelo en el granero) por unas pinceladas humorísticas tan cáusticas como hirientes.

Lo mejor: El trabajo llevado a cabo por el departamento de fotografía (premiado con el Oscar; la película también obtuvo los correspondientes a vestuario, diseño de producción y canción original). También escenas como aquella que nos muestra la pelea que mantiene el personaje de O'Neal con su hijastro (Leon Vitali) o esa en la que éste recibe un mensaje de impacto de alguien a punto de morir y cuya identidad prefiero no desvelar.

Lo peor: Me irrita que todo parezca tan calculado y frío.

Puntuación: 7/10.

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