Título original: Annie Hall. Año: 1977. País: Estados Unidos. Género: Comedia, Romance. Director: Woody Allen. Guionistas:
Woody Allen y Marshall Brickman. Intérpretes:
Woody Allen, Diane Keaton, Tony Roberts, Carol Kane, Paul Simon, Janet Margolin,
Shelley Duvall, Christopher Walken, Jeff Goldblum.
“¿Conocen este
chiste?: dos señoras de edad están en un hotel de alta montaña y dice una: vaya,
aquí la comida es realmente terrible. Y contesta la otra: sí, y además las
raciones son tan pequeñas... Pues, básicamente, así es como me parece la vida.
Llena de soledad, miseria, sufrimiento, tristeza... Y, sin embargo, se acaba
demasiado deprisa”. Así comienza uno de los trabajos más accesible y populares
de Woody Allen, siendo también uno de los que sentaría las bases sobre esas
obsesiones comunes en la filmografía del prolífico director. La trama es la que
sigue: Alvy Singer (Woody Allen), el protagonista masculino de este trabajo,
repasa su vida amorosa, centrándose especialmente en una relación que le marcó
profundamente, la que mantuvo con la Annie Hall (Diane Keaton) que da título al
largometraje.
Allen realiza aquí una comedia romántica que brilla gracias a su guión certero
repleto de diálogos geniales (claro ejemplo son las perlas que suelta al
principio y fin de la película), ensalzado por el buen trabajo de los actores.
Él mismo interpreta con corrección a un atribulado y paranoico cómico
(personaje común en sus trabajos) cuyas dudas e irritantes manías le inducen a
acudir, según declara él mismo, durante los últimos quince años a terapia. Keaton,
por su parte, realiza un excelente trabajo como el amor de éste, Annie, una
aspirante a cantante cuyo estilo de vida es potencialmente opuesto al de Alvy. Por
el contrario, los personajes secundarios no están tan bien definidos o están
directamente desaprovechados. Buena muestra de lo primero serían Rob (Tony Roberts),
el mejor amigo de Alvy, que pasa por pantalla sin pena ni gloria, o Duane
(Christopher Walken), hermano de Annie y cuya hilarante secuencia sabe a poco.
Aunque mejor guionista que director, Allen realiza una labor tras la cámara cuya mayor virtud resulta ser su aparente sencillez, construyendo largos planos de lo más estimulante. Pero, como apunté antes, si hay algo que destaca es su inteligente guión. Atención a buena parte de los diálogos que se reserva para sí mismo y que en ocasiones, aunque sólo sea por acumulación, nos pueden pasar un tanto desapercibidos. “Y recordé aquel viejo chiste. Aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: doctor, mi hermano está loco, cree que es una gallina. Y el doctor responde: pues, ¿por qué no lo mete en un manicomio? Y el tipo le dice: lo haría, pero, necesito los huevos. Pues eso más o menos es lo que pienso sobre las relaciones humanas, ¿sabe? Son totalmente irracionales, y locas, y absurdas, pero, supongo que continuamos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos”, termina afirmando Alvy y sirviéndonos de ejemplo. ¿Quieren iniciarse en el cine de Allen pero no saben por qué película empezar? No lo duden, por Annie Hall, uno de sus trabajos más celebrados y, como decía antes, accesibles.
Lo mejor: El guión y su afán por
romper, de manera clave, la cuarta pared. Los protagonistas masculinos de sus
películas suelen irritarme porque pecan de neuróticos e hipocondríacos, pero en
esta película, y para mi fortuna, Alvy se decanta por una comicidad que apacigua
todos esos “contras”. Nota: Allen estuvo nominado al Oscar a mejor actor y la
cinta se hizo con cuatro estatuillas, las correspondientes a mejor película,
mejor actriz principal, para Keaton, mejor director y mejor guión original.
Lo peor: Unos secundarios a los
que no se les saca demasiado partido.
Puntuación: 8/10.
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