miércoles, 1 de octubre de 2025

El proyecto de la bruja de Blair

Título original: The Blair Witch Project. Año: 1999. País: Estados Unidos. Género: Terror. Directores: Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Guionistas: Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Intérpretes: Heather Donahue, Michael C. Williams, Joshua Leonard, Patricia DeCou, Sandra Sánchez.
 
Si algo se puede alabar de la labor de Myrick y Sánchez es su magnífica e innovadora campaña de marketing, pero no este falso documental de discutible factura técnica. Y es que El proyecto de la bruja de Blair pasará a la historia por dos razones: por ser una de las películas más rentables del séptimo arte (costó una miseria y recaudó millones) y por tratar de hacer creíble (sirviéndose de falsos documentales y, sobre todo, de Internet) una historia irreal. Aunque este último recurso ya había sido explotado anteriormente en trabajos tan conocidos como Holocausto caníbal (Cannibal Holocaust).
 
 
La trama no puede ser más sencilla: un grupo de chicos se interna en un bosque con la intención de demostrar la existencia de una bruja que, dicen, habita en él. Tras desaparecer se localizan una serie de grabaciones que parecen explicar qué pasó con ellos. El equipo lo integraban Heather (Heather Donahue), un técnico de sonido llamado Michael (Michael Williams) y Joshua (Joshua Leonard), quien se encargaba de filmar sus desventuras. Sin embargo, me interesa más todo lo que ocurrió entre bambalinas, con unos directores que daban pautas a sus actores con cuentagotas, asustándolos continuamente y racionándoles la comida, llevándoles así a límites extremos. Todos esos chascarrillos y curiosidades, así como la campaña orquestada alrededor de la película, son mucho más atractivos, al menos para el que esto escribe, que el resultado final de la misma.
 
 
Recuerdo perfectamente el día que me dispuse a verla, no había podido acudir al cine en su estreno, pero me llamaba mucho la atención y se la acabé pidiendo prestada a una amiga (afortunadamente para mí, no tuve que pagar por ver este despropósito). Cuando llegué a casa habilité el salón para crear el clima adecuado (bajé las persianas, cerré todas las puertas, me acurruqué en el sofá…), presto a dejarme asustar. Pero los sustos nunca llegaron (sí, mis expectativas estaban por las nubes); en lugar de terror me sobrevino el aburrimiento y, durante ciertos pasajes, un constante mareo provocado por los incesantes movimientos de cámara. Puede que parte de la culpa fuese mía por esperar demasiado de ella, pero no logro comprender las virtudes (más allá de las extraoficiales) que se le atribuyeron a este desaguisado.
 
Lo mejor: Su campaña de marketing.
 
Lo peor: Tuve la sensación de que no sucedía nada en sus escasos noventa minutos.
 
Puntuación: 2/10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario