“Cómo hemos cambiado”, señalaba
la más popular de las canciones del siempre ñoño edulcorado grupo
capitaneado por Sole Giménez. Christina Rosenvinge no es que haya cambiado, es
que a digievolucionado como nadie: del pop naíf de Alex & Christina
(y su megahit: Hago “chas” y aparezco a
tu lado) a reina por excelencia del indie patrio (su unión con Nacho Vegas
nos trajo ese interesantísimo EP titulado Verano
fatal, pero tan rimbombante título se lo ha ganado gracias a sus dos
últimos, y sobresalientes, trabajos: Tu
labio superior y La joven Dolores).
Entre medias pudo mostrar su lado más rockero (¡hay que reivindicar los discos
de Christina y los subterráneos YA!) e incluso “decidió” (después de que Warner prescindiese de sus servicios)
protagonizar su propia aventura americana (de dicho viaje/exilio nacieron sus
tres discos más undergrounds y
también cierta amistad con músicos como Lee Ranaldo, el que fuera guitarrista de
Sonic Youth). Ahora, y tras cuatro años sin publicar (su anterior disco de
estudio, La joven Dolores, data de
2011; ese mismo año editó también Un
caso sin resolver, un recopilatorio IMPRESCINDIBLE), regresa para alegría
de los que, como servidor, esperábamos ansiosos nuevos temas de la madrileña.
Recuerdo haberle preguntado por este nuevo disco cuando “hablé” con ella antes de un concierto benéfico (en la sala Galileo Galilei) en el que participaba. Era noviembre de 2013, y se mostró irónicamente molesta con mi pregunta. Como hastiada por haberla tenido que contestar mil veces ya. Y más que habrá tenido que hacerlo, ya que aunque se terminó de remezclar en septiembre de ese mismo año (como así se lo confirmó a mi adorado Ángel Carmona en el programa de éste: Hoy empieza todo de Radio 3) Lo nuestro no ha visto la luz hasta hace bien poco. Eso sí, la cantante no ha cumplido con su “amenaza” de volver al inglés, aunque sí con la de crear un cancionero algo más turbio. “He ido desarrollando una preferencia por las armonías oscuras desde hace mucho tiempo y creo que es para crear un contraste con lo que la gente percibe de mí”, aseguraba en Rockdelux. También se ha atrevido a juguetear un poco con la electrónica. Sirva como ejemplo la canción que abre el álbum, La tejedora. Canción dedicada a la gran araña que custodia el museo Guggenheim y en la que, además, se desgañita a gusto.
Diez son los cortes que componen Lo nuestro (¡por fin un disco ajustado
de los que apetece oír de principio a fin!). La muy puta (¡el mejor título del año!) fue el primero que se dio a
conocer (al menos en versión estudio; algunos ya habían sido presentados en
directo anteriormente). En él afirma: “no me afecta el tiempo ni la gravedad”,
al mismo tiempo que se ríe de su imagen y hasta de la mismísima muerte. También
sobresalen otros como Romeo y los demás
(dedicado a los hombres de su vida) o Alguien
tendrá la culpa. En este último (¡atención al maravilloso coro de niños!)
se acerca (bueno, más o menos) a la canción protesta, algo que ya había
intentado anteriormente sin demasiado éxito (se quedaron, como ha declarado
varias veces, en eso: intentos). Y no, Pobre
Nicolás no habla, obviamente, del Pequeño Nicolás, sino de Nikola Tesla.
Editado por El Segell del Primavera, Lo
nuestro cuenta con tres grandes aliados de Rosenvinge: su siempre presente
piano, la ilustradora Paula Bonet (ella se ha encargado de precioso libreto) y
Raúl Fernández “Refree”, productor, a pachas con nuestra protagonista, del
mismo. El resultado no puede ser más satisfactorio.
Lo mejor: Las letras y la producción.
Lo peor: Que haya tardado tanto en publicarse.
Puntuación: 8,5/10.
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