Shonda Rhimes, creadora de series
tan populares como Scandal o Cómo defender a un asesino (How to Get
Away with Murder), ya nos tiene acostumbrados a los fans de Anatomía de Grey (Grey’s Anatomy) a
todo tipo de dramas. No en vano ya sólo quedan en la misma cuatro de los
protagonistas iniciales. Y la mayoría de los que ya no están salieron de la longeva
(¡va por su undécima temporada!) serie médica de no muy buenas maneras.
Recapitulemos: al final de la tercera temporada Preston Burke (Isaiah Washington) dejaba plantada en el altar a Christina Yang (Sandra Oh) y también a todos los televidentes. El actor era despedido de forma tajante, y en parte gracias a la presión popular, tras salir a la luz cierta discusión con otro de los actores, T.R. Knight, al que éste insultaba de mala manera. La prensa más amarillista incluso llegó a señalar que Washington y Patrick Dempsey (el gran amor de la protagonista de la serie) llegaron, tras dicho incidente, a las manos.
El drama no había hecho más que
empezar. Dos años más tarde era el propio Knight quien se retiraba, cansado de
la poca trascendencia de su personaje durante los últimos capítulos. La
solución de Rhimes: arrollar a su personaje, el cándido George O’Malley, con un
autobús, dando lugar a uno de los episodios más trágicos y memorables. Mejor
suerte (bueno, más o menos) corría Izzie (Katherine Heigl), quien tras “superar”
un tumor cerebral decidía abandonar el hospital a mitad de la siguiente
temporada. La suya, La de Heigl, fue una de las salidas más polémicas. En
principio la actriz había firmado por otra temporada completa más, pero a mitad
de la misma (ya antes había mostrado su descontento con las tramas que rodeaban
a su personaje, llegando a “medio culpar” a los guionistas; yo iría más lejos y
diría que directamente sabotearon a quien era, al menos para servidor, el
corazón de Anatomía de Grey) decidía
rescindir su contrato argumentando que quería dedicar más tiempo a su familia (en
2008 adoptó a una niña y a otra cuatro años después) y se granjeaba, de paso,
la eterna enemistad de la que fuera su jefa.
Pero las muertes orquestadas por
la siempre sádica Rhimes no quedaron ahí (hay varios internos más o menos
relevantes que también sucumbieron a sus letales guiones, pero tampoco veo la
necesidad de mencionar a todos y cada uno de ellos). Al final de la octava
temporada (ya al final de la séptima varios disparos casi acaban con Derek; sí
que murieron un par de internos poco destacables), y tras un accidente de avión
con el que la serie “saltaba
sobre el tiburón” definitivamente, nos dejaba sin Mark Sloan (Eric Dane) y sin
Lexie Grey (Chyler Leigh), la medio-hermana de nuestra protagonista: Meredith (Ellen
Pompeo). Y con varios personajes (y espectadores) tocados (para mal) para
siempre.
Ahora (y tras la marcha, a otro
país y con participación especial incluida del mismísimo Isaiah Washington, de
Sandra Oh el año pasado; esto me recuerda que Kate Walsh también salió de Anatomía de Grey vivita y coleando,
aunque lo hizo para seguir interpretando al mismo personaje en otra serie no
demasiado memorable) le ha tocado el turno a Patrick Dempsey. Su personaje tenía
(el pasado 23 de abril) un accidente de coche mortal (irónicamente el actor ha
dejado Anatomía de Grey para
dedicarse a su familia (sic) y a su gran pasión: las carreras de fórmula 1). La
noticia nos pillaba medio por sorpresa. Y es que el actor había firmado por
otro año más, pero era vox pópuli que estaba cansado de dedicarle tanta
atención a la serie que revitalizó su carrera. Además, y para colmo, la noticia
se filtró antes de tiempo por un error de Entertainment
Weekly. El resultado: dejaba viuda a Meredith y, de paso, ponía a la
inmensa mayoría de los fans en contra de Rhimes por enésima vez. ¿Acaso ésta
desconoce que hay más maneras de dar salida a un personaje que matándolo?
¿Cuántas muertes y cuántos dramas nos quedan por sufrir a los que aún seguimos su
serie? ¿Se podrá reponer ésta a la muerte de su protagonista masculino?
Son preguntas que, al menos de
momento, quedan sin respuesta. Pero lo cierto es que Anatomía de Grey no es la primera serie que se queda huérfana de
protagonista. Otras muchas también lo hicieron y siguieron adelante. Me vienen
a la cabeza los casos de, por ejemplo, Dos
hombres y medio (Two and a Half Men), en la que el productor Chuck Lorre se
deshizo de Charlie Sheen tras varios encontronazos nada privados, o Embrujadas (Charmed), serie sobre tres
hermanas hechiceras que se tuvo que reponer a la abrupta muerte de una de ellas
(Shannen Doherty) al final de la tercera temporada (Rose McGowan llegó para
cubrir la salida de Doherty, pero la serie nunca volvería a ser la misma). Aunque
también es cierto que otras, como The
O.C. tras la muerte de Marissa (Mischa Barton), no tardaron en ser
canceladas. Luego están esas que, como Juego
de tronos (Game of Thrones) o Pequeñas
mentirosas (Pretty Little Liars), por citar dos diametralmente opuestas, tienen
muertes potentes por exigencias de guión (adaptado). Pero esa es otra historia.
P.D.: Shonda, te odio.
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