Hal Hartley, uno de los
directores independientes más famosos de los 90, debutó en la dirección de
largometrajes con este trabajo. Protagonizado por dos de sus actores fetiche, La increíble verdad nos narra la
historia de amor entre un ex-convicto (Robert John Burke) y Audry (Adrienne
Shelly), la hija del dueño del taller en el que nuestro protagonista comienza a
trabajar una vez que ha abandonado la cárcel.
Harley nunca ha sido un director que destaque por su sutileza (véase la escena en la que el personaje de Burke llega hasta Nueva York de la mano de un conductor borracho), pero su cine transpira frescura. Frescura que con el paso del tiempo, y por desgracia, se ha transformado en un amateurismo cuasi impostado que no le beneficia nada. Ni a él ni a nosotros. ¿O será que no ha sabido evolucionar?
Pero centrémonos en la película
que nos ocupa. La increíble verdad
es uno de los mejores trabajos del director. Una película que transmite verdad (por
muy alucinante que sea lo que les sucede a sus personajes) y pureza (me alucina
cómo Harley convierte una historia aparentemente corrientucha en algo tan especial).
Y lo logra gracias a un guión que mantiene el interés y a una pareja protagonista
de lo más natural (maravillosos ambos). Estamos ante una más que interesante
ópera prima.
Lo mejor: El guión y su pareja protagonista.
Lo peor: Algunas resoluciones un tanto artificiosas. Nada demasiado
grave.
Puntuación: 7/10.
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