Título original: The Butterfly
Effect. Año: 2004. País: Estados Unidos. Género: Drama, Intriga, Fantasía. Directores: Eric Bress y J. Mackye
Gruber. Guionistas: Eric Bress y J. Mackye Gruber. Intérpretes: Ashton Kutcher, Amy Smart,
Melora Walters, Eric Stoltz, Kevin Schmidt, Elden Henson, Cameron Bright,
William Lee Scott, Ethan Suplee, Logan Lerman, John Patrick Amedori, Brandy
Heidrick, Grant Thompson.
Evan (Ashton
Kutcher, quien también aparece acreditado como productor ejecutivo, en un papel
rechazado por los actores Joshua Jackson, Josh Hartnett y Seann William Scott)
tiene grandes jaquecas provocadas por un pasado aparentemente turbulento pero que
no puede recordar. Gracias a unos diarios que escribía para superar sus
continuas pérdidas de memoria podrá viajar en el tiempo para averiguar qué ha
olvidado y qué es lo que le provoca dichos dolores. Sin embargo, cada cambio
que realiza en sus viajes al pasado repercute de manera inesperada
(catastrófica en muchas ocasiones) en su futuro y en el de sus amigos y
allegados.
Una de las grandes bazas de la película que nos ocupa es su guión (el cual, dicho sea de paso, pierde muchos enteros con cada nuevo visionado), ya que mezcla con cierta habilidad el drama con lo fantástico de los viajes en el tiempo; provocando desazón en el espectador que asiste atónico a las dificultades a las que se enfrenta el grupo protagonista. Grupo en el que, aparte del ya nombrado Kutcher, popular gracias a sus trabajos catódicos, los cuales incluyen series como Aquellos maravillosos 70 (That 70’s Show) o Dos hombres y medio (Two Men and a Half), sustituyendo al díscolo Charlie Sheen, incluye a Amy Smart (Crank y su secuela), como interés amoroso de nuestro protagonista, Elden Hensen (Foggy Nelson en Daredevil, la serie de Netflix) y William Lee Scott (Pearl Harbor); estos últimos como amigos de la infancia. Por desgracia la dirección (demasiado influenciada por el estilo MTV de la época) peca de convencional (queda patente que se necesitaba a algún realizador más experimentado que el tándem formado por Eric Bress y J. Mackye Gruber, creadores, a posteriori, de la teleserie Kyle XY) y las interpretaciones no son nada del otro mundo (ninguno de ellos sabe dotar de entidad a unos personajes con tanta carga psicológica a sus espaldas).
Denostada por la crítica, pero ciertamente apreciada por el público, quien la aupó, durante su primer fin de semana en exhibición en Estados Unidos, a lo más alto del box office (costó algo menos de 15 millones de dólares y terminó acumulando, de nuevo sólo en Estados Unidos, casi 58), El efecto mariposa es un largometraje con buenas intenciones (las que hay detrás de casi todos los proyectos auspiciados por realizadores primerizos o semi-primerizos) y mucho (muchísimo) potencial. Potencial que se ve truncado por, como ya he indicado anteriormente, un guión que no aguanta un segundo visionado, un plantel no demasiado talentoso (caritas bonitas pero incapaces de transmitir sentimiento alguno) y unos directores que todavía tienen (o tenían; o, mejor dicho, siguen teniendo) mucho que aprender (las escenas más duras, y hay varias, a destacar una que incluye extremidades amputadas, se tornan impostadas a más no poder). Aun sin ser, ni mucho menos, un completo desastre, nos deja con la sensación de ser un triste “quiero y no puedo”.
Una de las grandes bazas de la película que nos ocupa es su guión (el cual, dicho sea de paso, pierde muchos enteros con cada nuevo visionado), ya que mezcla con cierta habilidad el drama con lo fantástico de los viajes en el tiempo; provocando desazón en el espectador que asiste atónico a las dificultades a las que se enfrenta el grupo protagonista. Grupo en el que, aparte del ya nombrado Kutcher, popular gracias a sus trabajos catódicos, los cuales incluyen series como Aquellos maravillosos 70 (That 70’s Show) o Dos hombres y medio (Two Men and a Half), sustituyendo al díscolo Charlie Sheen, incluye a Amy Smart (Crank y su secuela), como interés amoroso de nuestro protagonista, Elden Hensen (Foggy Nelson en Daredevil, la serie de Netflix) y William Lee Scott (Pearl Harbor); estos últimos como amigos de la infancia. Por desgracia la dirección (demasiado influenciada por el estilo MTV de la época) peca de convencional (queda patente que se necesitaba a algún realizador más experimentado que el tándem formado por Eric Bress y J. Mackye Gruber, creadores, a posteriori, de la teleserie Kyle XY) y las interpretaciones no son nada del otro mundo (ninguno de ellos sabe dotar de entidad a unos personajes con tanta carga psicológica a sus espaldas).
Denostada por la crítica, pero ciertamente apreciada por el público, quien la aupó, durante su primer fin de semana en exhibición en Estados Unidos, a lo más alto del box office (costó algo menos de 15 millones de dólares y terminó acumulando, de nuevo sólo en Estados Unidos, casi 58), El efecto mariposa es un largometraje con buenas intenciones (las que hay detrás de casi todos los proyectos auspiciados por realizadores primerizos o semi-primerizos) y mucho (muchísimo) potencial. Potencial que se ve truncado por, como ya he indicado anteriormente, un guión que no aguanta un segundo visionado, un plantel no demasiado talentoso (caritas bonitas pero incapaces de transmitir sentimiento alguno) y unos directores que todavía tienen (o tenían; o, mejor dicho, siguen teniendo) mucho que aprender (las escenas más duras, y hay varias, a destacar una que incluye extremidades amputadas, se tornan impostadas a más no poder). Aun sin ser, ni mucho menos, un completo desastre, nos deja con la sensación de ser un triste “quiero y no puedo”.
Lo mejor: Una historia llena de
posibilidades.
Lo peor: Podríamos estar
hablando de una gran película dentro de su género… siempre y cuando los
talentos implicados (realizadores, intérpretes…) hubiesen sido otros (o hubiesen
estado más acertados).
Puntuación: 4,5/10.
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