Título original: The Uninvited. Año: 2009. País: Estados Unidos. Género: Terror. Directores: Charles
y Thomas Guard. Guionistas: Craig
Rosenberg, Carlo Bernard y Doug Miro (adaptando una historia de Ji-woon Kim). Intérpretes:
Emily Browning, Elizabeth Banks, Arielle Kebbel, David Strathairn, Maya Massar,
John Prowse, Matthew Bristol, Danny Bristol, Natalie Charles, Dean Paul Gibson.
Si a finales de los
90 asistíamos el resurgir del cine de terror adolescente (gracias a películas
como Scream),
unos años más tarde llegaría el turno de los remakes de películas de terror
orientales. Tras producciones tan exitosas como La
señal (The Ring), o El
grito (The Grudge), llegaron a nuestras pantallas toda una retahíla de
subproductos que terminaron por agotar la fórmula. Por ello (nos) sorprendió la
aparición de Presencias extrañas, cinta
que se apuntaba de forma tardía a una moda que se antojaba más que caduca.
Estamos, por cierto, estamos ante el remake de Dos hermanas (Janghwa, hongryeon), película coreana (de Corea del
Sur, para ser más precisos) de 2003.
La historia tiene como principal protagonista a Anna (Emily Browning, vista en
la fallida Sucker
Punch y más recientemente en la cuarta temporada de la serie The
Affair), una joven que acaba de ser dada de alta del sanatorio en el
que fue internada tras la muerte accidental de su madre (Maya Massar); muerte
de la que se siente culpable. Una vez de regreso al hogar descubre que su padre
(David Strathairn) ha rehecho su vida con la enfermera de su difunta madre,
Rachel (Elizabeth Banks, más conocida por su vena cómica a pesar de que se ha
trabajado todos los géneros habidos y por haber). La desconfianza que despierta
Rachel en Anna y en su hermana Alex (Arielle Kebbel) llevará a las chicas a
investigar su pasado y sus posibles (y aparentemente oscuras) intenciones.
De esta Presencia extrañas convendría destacar (para mal; bueno, al menos para regular) lo tramposo de su guión, así como su manía por jugar con todos y cada uno de los tópicos del (sub)género: es decir, sustos por doquier (más efectistas que efectivos) y uso (abuso más bien) de estruendosos efectos sonoros, en buena parte de sus escenas clave, que tratan de ocultar la falta de tensión de la que adolece el conjunto. Es más, afirmaría que, de no ser por su último acto, la película no sería más que otro predecible cuento (retorcido) de fantasmas. Afortunadamente, la creíble interpretación de Browning y el desenlace consiguen salvar (o medio salvar) los muebles.
Lo mejor: Su giro final de guión
y la joven actriz Emily Browning.
Lo peor: Su condición de remake
al uso y ciertos clichés inherentes al subgénero.
Puntuación: 5/10.
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