Título original: Home Sweet Hell. Año: 2015. País: Estados
Unidos. Género: Comedia Negra. Director: Anthony Burns. Guionistas:
Anthony Burns, Ted Elrick, Carlo Allen y Tom Lavagnino. Intérpretes: Katherine Heigl, Patrick Wilson, Jordana Brewster, Jim
Belushi, Heath Freeman, Kevin McKidd.
Heigl parecía destinada a
convertirse en la nueva reina de la comedia romántica, en la digna “sustituta”
de actrices como Julia Roberts o Jennifer Aniston. Pero la que fuera una de las
protagonistas de la exitosísima Anatomía
de Grey (Grey’s Anatomy) no contó con el respaldo del siempre crítico
público femenino (algo fundamental para triunfar en dicho subgénero).
Seguramente la culpa sea de la fama de díscola que la actriz se ha ido labrando:
tachó de misógino su más exitoso trabajo cinematográfico, la entretenida (y sí,
un tanto machista) Lío embarazoso
(Knocked Up), y se despidió de manera abrupta de la serie que le había dado
fama mundial (¿no sería más fácil, sobre todo teniendo en cuenta la de actores
que han salido de la misma de forma casi igual de abrupta, culpar a doña Shonda
Rhimes?). Para colmo de males sus últimos trabajos, incluido su retorno a la
pequeña pantalla, Asuntos de estado (State
of Affairs), no han funcionado demasiado bien.
La actriz también ha tratado de
desmarcarse del género más ñoño participado tanto en la mencionada Asuntos de estado como en producciones
más arriesgadas. Por ejemplo la que nos ocupa. Pero el fracaso de esta última
ha sido mayúsculo: ¡ni se llegó a estrenar en cines! Vale, no estamos ante la
mejor de las películas (ni siquiera es una comedia negra especialmente
reseñable). Tampoco brilla por su originalidad: a mí me recordó enormemente a Los asesinatos de mamá (Serial Mom), la
mejor cinta de John Waters. Eso sí, tampoco es como para rasgarse las
vestiduras (¡6% en Rotten
Tomatoes!).
Heigl interpreta en Hogar dulce infierno a un ama de casa obsesionada
con la perfección y con llevar a buen puerto todos y cada uno de sus objetivos.
Uno de ellos no era precisamente que su marido (Patrick Wilson) le pusiese los
cuernos y, encima, fuese chantajeado por ello. Pero la mujer no se quedará de
brazos cruzados, sino que urdirá una sangrienta venganza para que nadie ensucie
su supuestamente perfecta vida familiar. La actriz cambia así de registro y, de
paso, se ríe de su imagen de difícil. Lástima que la jugada no haya salido
demasiado redonda y que la película se muestre titubeante tanto en sus inicios
(le cuesta vida y media arrancar y Burns no da con el tono adecuado hasta bien
entrado en materia) como en su desenlace (innecesariamente brusco y abierto).
Yo salvo la divertida y sangrienta parte central. Esa en la que nuestra
protagonista se destapa como una serial
killer dispuesta a todo por salvaguardar el “honor” de su familia (sic).
Lo mejor: El nudo argumental, cuando se suelta (¡por fin!) la
melena.
Lo peor: Tanto su (larguísima) introducción como su (terriblemente
abrupto) desenlace.
Puntuación: 5/10.
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