Título original: Candyman. Año: 1992. País: Estados Unidos. Género:
Terror. Director: Bernard
Rose. Guionista: Bernard Rose
(adaptando la novela de Clive Baker). Intérpretes:
Virginia Madsen, Tony Todd, Xander Berkeley, Vanessa Williams, Kasi Lemmons,
Michael Culkin.
Helen (Virginia
Madsen, en un papel para el que fue firme candidata una todavía desconocida
Sandra Bullock) y Bernadette (Kasi Lemmons) están escribiendo una tesis basada
en macabras leyendas urbanas. Tras varias entrevistas, en las que salen a
relucir los sangrientos asesinatos de Candyman (Tony Todd), se ponen a
investigar sobre tan peculiar personaje. Se dice (se comenta) que si se
pronuncia su nombre cinco veces, y
frente a un espejo, Candyman y su garfio aparecen con terribles (léase
sangrientas) consecuencias. Ninguna le da demasiada importancia y lo invocan...
su pesadilla acaba de comenzar.
Candyman es una película de terror atípica; se podría decir que su tratamiento (y hasta su asesino protagonista, señalaría) guarda ciertas similitudes con el de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street), el clásico slasher de Wes Craven, del mismo modo que lo hace su manera formal de relato de terror sanguinolento. Sin embargo, me atrevería a decir que casi (y remarco muy mucho ese casi) funciona mejor como crítica (semi encubierta) al racismo que como película de terror propiamente dicha (que también; no olvidemos que no escatima en escenas gore).
Hay varias cosas mejorables (a mi entender y como fan acérrimo del género) en la película; por una parte su (para servidor evidente) falta de garra, por otra unas escenas terroríficas demasiado dispersas a lo largo del metraje. Tampoco su música (demasiado teatral) acaba de funcionarme, y, lo que es más importante, Candyman (el personaje) no resulta todo lo imponente (y emblemático) que debiera; está a años luz de Freddy Krueger, por ejemplo. Los actores, por su parte, están correctos, incluida Virginia Madsen (quien, y esto no pasa de anecdótico, me recordó sobremanera físicamente a Sharon Stone) y sus estados catatónicos. Pero lo mejor, sin duda, lo hallamos en su parte final, así como en las escenas que tienen lugar frente a los espejos, origen de un Candyman inquietante pero no terrorífico.
Candyman es una película de terror atípica; se podría decir que su tratamiento (y hasta su asesino protagonista, señalaría) guarda ciertas similitudes con el de Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street), el clásico slasher de Wes Craven, del mismo modo que lo hace su manera formal de relato de terror sanguinolento. Sin embargo, me atrevería a decir que casi (y remarco muy mucho ese casi) funciona mejor como crítica (semi encubierta) al racismo que como película de terror propiamente dicha (que también; no olvidemos que no escatima en escenas gore).
Hay varias cosas mejorables (a mi entender y como fan acérrimo del género) en la película; por una parte su (para servidor evidente) falta de garra, por otra unas escenas terroríficas demasiado dispersas a lo largo del metraje. Tampoco su música (demasiado teatral) acaba de funcionarme, y, lo que es más importante, Candyman (el personaje) no resulta todo lo imponente (y emblemático) que debiera; está a años luz de Freddy Krueger, por ejemplo. Los actores, por su parte, están correctos, incluida Virginia Madsen (quien, y esto no pasa de anecdótico, me recordó sobremanera físicamente a Sharon Stone) y sus estados catatónicos. Pero lo mejor, sin duda, lo hallamos en su parte final, así como en las escenas que tienen lugar frente a los espejos, origen de un Candyman inquietante pero no terrorífico.
Lo mejor: El tramo final (incluido
su clímax).
Lo peor: No veo en Candyman (de
nuevo me refiero al personaje) a esa figura que traspasa la pantalla para
convertirse en icono pop; algo que sí logran otros antagonistas de distintos slashers: Ghostface, Jason Voorhees, el
ya nombrado Freddy Krueger…
Puntuación: 4/10.
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