Título original: Charmed. Años: 1998-2006 (8 Temporadas). País: Estados Unidos. Género: Drama, Comedia, Romance, Acción, Fantasía. Creadora: Constance M. Burge. Intérpretes:
Shannen Doherty, Holly Marie Combs, Alyssa Milano, Rose McGowan, Brian Krause,
Julian McMahon, Dorian Gregory, Finola Hughes, Jennifer Rhodes, Ted King,
Lochlyn Munro, Drew Fuller, Kaley Cuoco, Greg Vaughan, James Read, Ivan Sergei,
Eric Dane, Kerr Smith, Marnette Patterson, Victor Webster, Wes Ramsey.
Embrujadas fue el último gran hit de la factoría Spelling (Aaron
falleció pocos días después de que se emitiera su último capítulo, allá por
2006). Su principal aval: tener de protagonista a uno de los rostros catódicos
más populares de principios de los 90, Shannen Doherty, actriz que había
participado en Sensación
de vivir (Beverly Hills, 90210), serie producida igualmente por
Spelling y de la que había salido (tras cuatro temporadas) de forma precipitada
(no tanto como lo haría de la que nos ocupa) y polémica. Allí se forjó fama de
díscola, algo que no impidió que el famoso productor la volviese a contratar
para encabezar otra de sus producciones (Embrujadas,
claro). Esta serie nos llegó a España con varios años de retraso (¡menos mal
que las cosas han cambiado radicalmente y ahora las series se estrenan por
estos lares casi al mismo tiempo que en su país de origen!), pero ni
ello, ni el maltrato sufrido (malos horarios, la emisión de varios capítulos
seguidos), impidió que lograra su buena ración de fans (si, aquí también fue
todo un éxito).
Pero hablemos un
poco de ella y de sus protagonistas. Contemos que fue la propia Doherty la que
no tardó en reclutar a su mejor amiga de por aquel entonces, Holly Marie Combs,
para el proyecto. La tercera en discordia, Alyssa Milano, llegaría tras el
abrupto abandono de Lori Rom, quien ya había rodado el episodio piloto. Sus
personajes: tres hermanas, apellidadas Halliwell, que descubren que son brujas
(buenas). Prudence “Prue” (Doherty) era la mayor, la más fuerte y sensata,
Piper (Combs) la mediana, la conciliadora (si bien, con el paso de los años también
se convertiría en la más irritable y huraña), y Phoebe (Milano) la pequeña, la
más alocada e impulsiva. Sus poderes (al menos en un inicio; con el paso de las
temporadas irían variando) eran los siguientes: Prue podía mover objetos, Piper
congelar el tiempo y Phoebe tener visiones. Comentar también que alrededor de nuestro
trío protagonista pululaban toda suerte de aliados y enemigos (demonios, brujos
y, en general, todo tipo de seres mágicos/mitológicos). A destacar villanos
como La Tríada (tres poderosos demonios que pondrán en más de un aprieto a
nuestras sufridas brujas) o La Fuente (de todo mal), mientras que de entre los aliados
sobresale la figura de Leo (Brian Krause, experto en subproductos de Serie B),
especie de ángel de la guarda (y que formaba, junto a Piper, una de las parejas
clave de la serie) de las Halliwell, o las de la madre (Finola Hughes) y abuela
(Jennifer Rhodes) de éstas, ambas dos fallecidas pero con roles recurrentes en
la ficción (aparecen de cuando en cuando para aconsejar a nuestras chicas). En
el punto intermedio hallamos a Cole (Julian McMahon), un demonio (y hasta aquí
puedo leer) que se enamora de Phoebe, en lo que vendría a ser una réplica del
romance (con sus tira y afloja) protagonizado por Buffy (Sarah Michelle Gellar,
muy amiga de Doherty) y Ángel (David Boreanaz) en Buffy,
cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer), serie con la que Embrujadas compartía (en Estados Unidos)
canal de emisión, o a los Avatares (seres mágicos, y tremendamente poderosos, que
sueñan con crear una especie de mundo utópico a salvo de todo tipo de
violencia; violencia que, ¡tócate las narices!, ellos mismo empleaban para
eliminar a todo aquel que no fuese digno de pertenecer a dicho mundo o se
presentara como una “amenaza”).
Embrujadas, al menos durante sus
primeras temporadas (más adelante hablaré del cambio de rumbo que supuso la
sustitución de la showrunner
original, Constance M. Burge, al final de la segunda temporada), sustentaba su
éxito en varios pilares fundamentales. El principal: la química desplegada por
su trío protagonista y lo bien que se compenetraban (lo cual tiene mucho más
mérito si todo lo que se rumoreó en su día, como distintos enfrentamientos
entre Doherty y Milano, era cierto). No era el único, ya que su mezcla de
drama, comedia, romance y fantasía la hacían idónea para un gran abanico de
público. Eso sí, nunca lograría crear un micro-universo tan intenso, y tan
interesante, como el visto en la ya nombrada Buffy, cazavampiros. Además, muchas tramas pecaban de tontorronas y
los efectos especiales (Embrujadas
nunca contó, a pesar de su fama, con un gran presupuesto) eran ciertamente discretos
(por decirlo de manera suave). Lo malo (lo peor) del asunto: que dichos efectos
no fueron mejorando con el paso de los años; más bien todo lo contrario (a la
memoria me vienen los vistos en el último capítulo de la séptima temporada:
bochornosos hasta decir basta).
A partir de la
tercera temporada fue Brad Kern (quien hasta entonces había ejercido únicamente
de productor ejecutivo), polémico donde los haya (ha sido acusado de misógino y
racista en distintos sets de rodaje), el que asumió el mando de la serie. Y sí,
fue cuando la misma empezó a dar tumbos. La salida de Doherty (Rose McGowan,
vista en películas como Scream
o, más adelante, Planet
Terror, asumió el papel de hermana “perdida” de las Halliwell,
sustituyendo así a Shannen y restaurando “El Poder de Tres”) al final de dicha
temporada (el último capítulo de la misma, dirigido por la propia Doherty, es, a
la postre, el más épico y emotivo de toda la serie; ¡atención a las escenas que
comparte con Combs!) marcó un antes y un después. Tampoco ayudó demasiado que
se potenciara un tono más blando (que no luminoso; luminosa fue, sin ir muy
lejos, la segunda temporada), que se infantilizaran las tramas (simplificándolas
hasta límites insospechados, por mucho que utilicen, a través del personaje de
Drew Fuller, los viajes en el tiempo, recurso que a servidor siempre le ha
gustado muy mucho, o los universos paralelos, algo que ya habían expuesto
cuando Doherty todavía funcionaba como cabeza de cartel) o que se erotizase
(¡todavía más!) a sus sufridas protagonistas (o las transformaban en sirenas,
cosa que hicieron con Phoebe, o en amazonas sexys; el caso era potenciar sus encantos
femeninos). Porque, aunque la temporada tres mantenía el tipo (es mi favorita),
y la cuarta (y debido principalmente a la trágica marcha de Prue) tenía su
puntillo oscuro, las sucesivas fueron a la deriva argumental. ¡Los guionistas
llegaron a sacarse de la manga ideas ya expuestas con (mucha) mayor fortuna en
otras producciones de temática similar (a la escuela de magia, por ejemplo, me
remito)!
Dicha deriva desembocó
en una substancial reducción presupuestaria. De ahí que Dorian Gregory, cuyo
papel de inspector era fijo desde los inicios (era el compañero de Andy
Trudeau, interpretado por Ted King, a quien pudimos ver como interés amoroso de
Prue durante la primera temporada), fuese despedido sin miramientos. Brian
Krause, por su parte, vio reducida su participación (lo que hicieron con su
personaje, y con sus idas y venidas, no tiene nombre). Eso sí, para la última
temporada se contrató a Kaley Cuoco, Penny en Big Bang (The Big Bang Theory), con la intención de que su
personaje (una bruja novata) llegara para dar un respiro a nuestras protagonistas
y que éstas no tuviesen que aparecer en pantalla en todo momento (¡otro error!;
¿acaso pensaban concederle su propio spin
off?; ¡menudo pegote de personaje el de Cuoco!). Dicha temporada, la
octava, fue la última de un trabajo que ya no sabía qué hacer con las tramas (embarazos,
romances que no nos llevaban a ninguna parte, buenos que se vuelven malos,
malos que parecen buenos) ni con sus personajes (¡se habían cargado la relación
más relevante de la misma, la de Piper y Leo!; ¡también la dinámica de la
serie!). Eso sí, el último arco, el que servía como desenlace y que nos
mostraba el futuro de la saga familiar, tenía su puntillo. Sobre todo gracias a
ese factor nostalgia que tan bien supieron explotar. Factor nostalgia del que
tratará de aprovecharse la nueva serie, titulada también Charmed (conservando en España el de Embrujadas), que se ha empezado a emitir este mismo mes (el día 14
en Estados Unidos; el 15, y de la mano de HBO,
en España) y que nos trae a un nuevo trío de hermanas con poderes. Esperemos,
por su bien, que esta nueva serie tenga más suerte que otras sobre brujería que
siguieron a la que nos ha traído hasta aquí. Series como la muy juvenil El círculo secreto (The Secret Circle),
Eastwick (basada en el best seller de John Updike, novela que
ya conoció una adaptación cinematográfica protagonizada por Jack Nicholson,
Cher, Michelle Pfeiffer y Susan Sarandon) o Las brujas de East End (Witches of East End), todas ellas de escaso
calado y recorrido. Y sí, #ElPoderDeTresNosHaráLibres.
Lo mejor: Las tres primeras
temporadas. Por sus historias (sencillas pero entretenidas), la buena química
(al menos es lo que me transmitían; lo que pasase entre bambalinas parecía
quedarse allí) de sus protagonistas y, en general, la labor (aceptable en el
peor de los casos; más aún si tenemos en cuenta el tipo de serie de la que
estamos hablando) de éstas.
Lo peor: El devenir de la serie
a partir de su cuarta temporada (la llegada de Paige, la hermana interpretada
por McGowan, supuso un soplo de aire fresco que, eso sí, no duró demasiado). En
caída libre desde la quinta. Que Brad Kern tomara el control fue un gran error.
Error que ni Milano ni Combs (quienes ejercieron de productoras durante las
últimas temporadas) quisieron o supieron enmendar (¿comodidad tal vez?; ¿nula
ambición quizá?).
Puntuación: 6,5/10 (con
Shannen); 3,5/10 (sin Shannen).
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