Título
original: Bonding. Año:
2021 (Temporada 2 de Bonding). País: Estados
Unidos. Género:
Comedia. Creador:
Rightor Doyle. Intérpretes: Zoe
Levin, Brendan Scannell, Micah Stock, Alex Hurt, Darrell
Britt-Gibson, Theo Stockman, Nana Mensah, Malachi Nimmons, Gabrielle
Ryan, Charles Gould, Nico Evers-Swindell, Donna Glaesener, Annapurna
Sriram, Matthew Wilkas.
Como
decía cuando hablé de la primera
temporada de esta Bonding,
sus orígenes, al igual que los de la española Paquita
Salas, no eran propiamente televisivos,
sino que nacieron como webseries. La cosa es que Paquita
Salas dio el salto a Netflix
tras una primera
temporada triunfal (aunque un
tanto de nicho) colgada en Flooxer
(la plataforma de contenidos de Atresmedia),
mientras que Bonding
fue comprada directamente desde el inicio (bueno, tras su buena
recepción en festivales especializados) por la todopoderosa Netflix.
Otra
diferencia entre ambas es que, mientras el salto de plataforma dado
por Paquita Salas
se tradujo en un ídem en su calidad visual (se notaba la obvia
diferencia de medios económicos; de la autoproducción entre amigos
a formar parte de una de las plataformas más conocidas/populares,
cosa que sus creadores aprovecharon de notable y ambiciosa manera),
el visto entre la primera y segunda de Bonding
es menos llamativo. Es decir, sí que hay una cierta evolución en lo
que respecta a la narrativa (siento que la evolución de sus
personajes, y de sus vivencias, es mayor; me alegra que hayan
explotado más al personaje de Micah Stock), pero no tanto a nivel
visual (tampoco es que una comedia de estas condiciones necesite
mucho más de lo que Bonding
ofrece en ese sentido, la verdad).
Esta
segunda temporada mantiene las virtudes que hicieron que me gustara
su primera entrega: una pareja protagonista con química y talento
(atención, como ya dije en su día, a la vis cómica de Scannell),
una trama que busca la comedia por caminos que otros consideraría
(sic) sórdidos (ojo, que Bonding
toque filias sexuales desde la comedia no significa que se burle
necesariamente de ellas; es más, veo aquí cierta normalización, a
través de la resta de dramatismos y/o escándalos, a ciertas
prácticas sexuales) y una duración que hace que los (pocos)
capítulos se nos hagan injustamente cortos (me deja con muchas ganas
de más). Además, esta nueva tanda de capítulos nos trae una
evolución mayor de sus protagonistas. Lo malo es que mi temor se hizo realidad y Netflix decidió recientemente cancelarla. Poco le ha importado el desenlace abierto que nos deja. Pero vamos, no me sorprende, la plataforma es experta en ello: todavía no
le perdono que nos privasen de un final digno para la peculiar The
OA tras dos temporadas (sobre todo la segunda) espléndidas.
Lo mejor: Su
reducida duración (tanto de capítulos como de minutos por
capítulo), sus protagonistas (es comedia ante todo pero también
logra que te impliques en sus, a veces muy surrealistas, aventuras y
dilemas) y su tono (algo más lineal, para bien y para mal, que el de
su primera entrega; la historia sí que avanza definitivamente con
algo más de brío).
Lo peor: No es una serie blanca, pero tampoco es una serie extremadamente escandalosa (a pesar de que todo gire en torno al mundo de la dominación, el bdsm o, en general, de distintas filias sexuales), por lo que los más puristas (público potencial de Netflix) de seguro no se acercarán a ella y los que busquen algo mucho más satírico y/o extremo puede que se sientan un tanto decepcionados (ojo, no conviene olvidar que estamos ante una comedia; una comedia distendida pero que pone sobre la mesa temas tabú sin alejarse, reincido, del tono decididamente cómico y distendido).
Puntuación: 7/10.
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