Título original: I Origins. Año:
2014 País: Estados Unidos. Género: Drama, Ciencia-Ficción. Director: Mike Cahill. Guionista: Mike Cahill. Intérpretes:
Michael Pitt, Astrid Bergès-Frisbey, Brit Marling, Steven Yeun, Cara Seymour,
Archie Panjabi, William Mapother, Kashish.
Galardonada como mejor película
en el último Festival de Sitges, Orígenes
mezcla con acierto, como ya lo hiciera Otra
Tierra (Another Earth), la anterior cinta de Mike Cahill, drama y
ciencia-ficción (¡este tipo de películas de ciencia-ficción son las que
realmente me interesan y no esas superproducciones que no tienen nada que decir
salvo pasarnos por el morro la cantidad de dinero que en ellas se ha invertido!).
Pero dejemos mis ridículas reivindicaciones a un lado y centrémonos en la película que nos ocupa: Orígenes está protagonizada por Michael Pitt, actor que da vida a un científico que estudia la evolución del ojo humano y cuya obsesión le lleva a fotografiar todos aquellos con los que se cruza. Cuando da con los de Sofi (Astrid Bergès-Frisbey, actriz nacida en Barcelona) cae rendido, ante ellos y ante su dueña. Pero la espiritualidad de la joven chocará una y otra vez con la muy científica mente de él.
Perturbadora (véase la escena del ascensor), atrayente (tanto como los ojos de Sofi), diferente (no me importa repetirme e insisto en que no estamos ante otra convencional película de ciencia-ficción)… Orígenes es todo eso y mucho más. Pero lo que no trata de ser, o al menos a mí no me lo pareció, es la enésima producción decidida a reabrir el eterno conflicto de ciencia vs. religión.
Yo ya había visto (y no es por
tirarme flores porque no he sido precisamente el único) en Cahill a un cineasta
al que seguir (o al menos a uno al que tener en cuenta), pero los que no lo
hicieron tras Otra Tierra no creo
que encuentren aquí algo que les haga cambiar de opinión. Digamos que Orígenes es una especie de continuación
(tanto de estilo como temáticamente) de esa otra obra que también protagonizó Marling
y que tanto me gustó en su día. Se puede acusar a su cine (sí, ya sé que estoy
hablando de él como si fuese un realizador de lo más experimentado) de
pretencioso o demasiado reflexivo. Ello no impide que esté deseando saber qué
nos deparará (tengo esperanzas en ti, Mike Cahill) en un, espero más próximo
que lejano, futuro.
Lo mejor: Que Cahill se haya convertido en ese artista que hace
ciencia-ficción a la que sí quiero acercarme.
Lo peor: Que su poesía sea confundida con pedantería.
Puntuación: 7/10.
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