Born to Die es el
disco de Lana Del Rey al que más cariño le tengo; Ultraviolence
se ha convertido quizá, y con permiso del ya mencionado Born to
Die, en mi favorito (Brooklyn
Baby era, hasta la llegada de las superlativas The
Greatest y Venice Bitch, mi tema predilecto de entre los
que pueblan su ya más que considerablemente amplia discografía);
Norman Fucking Rockwell!, el
que nos ocupa, me parece su trabajo más redondo. Y no sólo
me lo parece a mí, la prestigiosa Pitchfork dijo, cuando le
tocó reseñarlo, de Lana que era la mejor compositora americana
viva. Es más, le otorgó un muy
memorable 9,4. Nada mal, sobre todo si tenemos en cuenta
la tibieza con la que recibieron a Born to Die (y eso a pesar
del hype tras piezas como Video
Games).
Y es que, como decía un
poco más arriba, estamos ante el disco más redondo de Del Rey, lo
cual, y sin querer sonar demasiado fan y que se me vea el plumero, es
decir mucho. A canciones como The Greatest, a la que se puede
catalogar de clásico instantáneo, la
que da título al disco (y que lo inicia, ¡y de qué
manera!) o la superior, en duración (9:37) y calidad, Venice
Bitch, una suerte de torbellino
psicodélico de primer orden, me remito. Pero es que ningún tema
desmerece, ni siquiera la versión (Summertime,
de George Gershwin) de turno (sí, Del Rey gusta de incluir alguna
versión en todos sus largos), una Doin'
Time que casi parece
escrita para alguien como Lana. Y es que las letras siguen siendo
pura Lana (al inicio de Norman Fucking Rockwell! me
remito); unas letras que, a estas alturas, ya navegan con total
naturalidad por el particular universo (glamour; coches rápidos;
chicos malos; tristeza y/o melancolía en todas sus formas) de la
artista. Del Rey se muestra más lúcida y certera que nunca, con
proclamas directas y poderosas que elevan el resultado final
sobremanera. “¿Qué podría pasarle a una chica que ya está
herida? / ya estoy herida / si él es tan malo como dicen, supongo
que entonces estoy maldecida”, señala en Happiness Is a
Butterfly; “Hay cosas que
quiero decirte, pero simplemente te dejaré ir”, en
Cinnamon Girl.
Producido por la propia
Del Rey y Jack Antonoff (Taylor Swift, Lorde), Norman Fucking
Rockwell! cuenta también con
la contribución de nombres como los de Rick Nowels (FKA Twigs,
Foxes, Stevie Nicks), Andrew Watt (Post Malone) o Zach Dawes (The
Last Shadow Puppets), pero manteniendo siempre el inconfundible sello
de Del Rey (las letras son puro Del Rey). “No me preguntes
si soy feliz / sabes que no lo soy, pero en el mejor de los casos
puedo decir que no estoy triste / porque la esperanza es algo
peligroso para una mujer como yo”, indica en el track final
del disco, Hope
Is a Dangerous Thing for a Woman Like Me to Have – but I Have It.
Una canción/poema que funciona como desenlace lánguido
(melódicamente hablando; incluye, por cierto, una referencia a la
poetisa Sylvia Plath) y poderoso (en su discurso) que resume muy bien
a una Lana que ya no puede estar más asentada (dicho como algo
positivo y no como algo vago, claro), ni su discurso puede ser más
propio y reconocible (dicho también como algo positivo).
Lo mejor: Brilla como un todo y contiene algunas de las piezas más memorables de la carrera de Del Rey (lo siento, no me voy a cansar de alabar temas como The Greatest, Mariners Apartment Complex, primer adelanto del disco, y tema que funcionaba como portazo para con algunas de las declaraciones más polémicas/llamativas de la artista, o Venice Bitch).
Lo peor: La portada. La más feísta de todas. Como curiosidad, señalar que la misma fue realizada por su hermana y que el chico que aparece en ella es Duke Nicholson, nieto del mítico Jack Nicholson.
Puntuación: 9/10.
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