Título original: C.R.A.Z.Y. Año: 2005. País: Canadá. Género: Drama. Director:
Jean-Marc Vallée. Guionistas: Jean-Marc
Vallée y François Boulay. Intérpretes:
Michel Côté, Danielle Proulx, Marc-André Grondin, Émile Vallée, Pierre-Luc
Brillant, Natasha Thompson, Alex Gravel, Maxime Tremblay.
Dirigida por
Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club),
C.R.A.Z.Y., nombre que comparte con
una canción de Patsy Cline incluida en la banda sonora, pero que también
representa la inicial de cada uno de los cinco hermanos protagonistas (de más
mayor a menor: Christian, Raymond, Antoine, Zachary y Yvan; es decir, un acróstico), se presenta como un melodrama
destinado a narrarnos las vivencias de una familia de clase media-baja. La
trama se centra, particularmente, en uno de los hijos, Zachary, aka
Zac (Marc-André Grondin), y en la estrecha relación que le une a su padre
(Michel Côté), con quien tiene una afinidad (musical, entre otras cosas) tan
importante como para hacerle renunciar a su propia identidad (y con ello a su
orientación sexual) con tal de no estropearla (el joven es gay y su padre
terriblemente conservador). Al mismo tiempo debe lidiar con sus muy diferentes
hermanos. Afortunadamente, cuenta con la complicidad de su comprensiva madre
(Danielle Proulx).
Una de las grandes virtudes de la película (la cual le costó escribir a Vallée,
quien recientemente ha dirigido varios episodios de la premiada serie Big Little Lies, protagonizada por
Nicole Kidman, Reese Witherspoon, Laura Dern, Shailene Woodley y Alexander Skarsgård, la friolera de diez años) reside en su
narración, la cual se sirve de un ligero tono fantástico que funciona de
maravilla y que la diferencia de otras producciones más enfocadas al realismo
dramático (me recordó, salvando muy mucho las distancias, a la preciosísima, y
nunca suficientemente reivindicada, por muy bien valorada, premios incluidos,
que esté, Le fabuleux destin d’Amélie
Poulain, conocida por aquí simplemente como Amelie; también a Léolo,
otra de esas películas canadienses a (re)descubrir). Ello (ese realismo cuasi
mágico) no quita para que C.R.A.Z.Y.
cuente con sus pertinentes escenas emotivas, aunque evita los sentimentalismos
vacuos gracias a unos personajes que, a pesar de sus actos, resultan
entrañables, lo que hace que sea muy sencillo implicarse tanto en sus alegrías
como en sus miserias y penas (y en la película hay un poco de todo).
Ganadora de 11 premios (mejor película, director, guión original, actor, para Michel Côté, actriz de reparto, para Danielle Proulx, vestuario, dirección artística, montaje, sonido, edición sonora y el Golden Reel, otorgado al trabajo más taquillero, en Canadá, del año) Genie (conocidos, desde que fusionaron los galardones para el cine con los de televisión, con el nombre de Canadian Screen Awards y considerados los Oscars canadienses), de los 13 (se quedó sin los de mejor fotografía y mejor actor, para Marc-André Grondin) por los que competía, C.R.A.Z.Y. no es una película que trate de sentar cátedra. ¡Y se agradece! Como también se agradece que no sea ninguna guía didáctica (ni de cómo salir de armario ni de nada en general; ¡ni falta que hace!). Estamos ante una cinta aparentemente sencilla (emotiva y hasta cautivadora) con un guión agradecido (que no blando), en la que brilla todo su reparto (sin excepción; aunque, claro, sobresalen tres: Marc-André Grondin, Michel Côté y Danielle Proulx) y una banda sonora excepcional. Tampoco está de más alabar la labor de su director, sobre todo si tenemos en cuenta que parte de su éxito radica en la naturalidad con que éste rueda las vivencias (valiéndose de una voz en off que va mucho más allá de lo funcional o del recurso fácil) de nuestro protagonista y su familia. Todo ello debería ser reclamo (más que) suficiente para que el público se acerque a este bonito cuento sobre lo maravilloso (y difícil) que es ser diferente.
Lo mejor: La historia, el
reparto y una banda sonora de auténtico lujo que incluye temas de David Bowie, Elvis
Presley, Pink Floyd, The Rolling Stones, Charles Aznavour o la ya nombrada Patsy
Cline (no en vano, la trama se desarrolla durante los 60 y 70). Curiosidad: Vallée
confesó haberse visto en la obligación de recortar parte de su propio salario
para poder pagar los derechos que le permitiesen usar dichos temas musicales.
Lo peor: Algunos golpes de efectos
un tanto redundantes, como los sueños (o deseos) de nuestro protagonista (es
decir, Zac) o cómo nos son mostrados (por mucho que considere todo un acierto
ese toque mágico tan especial). Tampoco me entusiasma el pasaje que tiene lugar
en Jerusalén, el cual resulta ser un viaje iniciático (literal) de lo más
descafeinado y, nuevamente, redundante.
Puntuación: 7/10.
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