jueves, 6 de diciembre de 2018

Ágora

Título original: Ágora. Año: 2009. País: España. Género: Drama, Aventuras, Romance. Director: Alejandro Amenábar. Guionistas: Alejandro Amenábar y Mateo Gil. Intérpretes: Rachel Weisz, Max Minghella, Oscar Isaac, Ashraf Barhom, Michael Lonsdale, Rupert Evans, Homayoun Ershadi, Richard Durden.

Aménabar me fascina por dos razones (bueno, por alguna más, pero dos son las que sobresalen): su facilidad para cambiar de género (del terror y/o la intriga al drama más puro), sin perder por el camino el favor de la crítica o del público, y su fuerte (y reivindiable) capacidad para crear personajes femeninos con enjundia (de la Ana Torrent de Tesis, la película que lo puso en el punto de mira, hasta la Nicole Kidman de Los otros; aquí lo vuelve a hacer, otorgándole el papel principal a una Rachel Weisz que acaba presentándose como el gran reclamo de la cinta a nivel internacional (por mucho que la mencionada cinta protagonizada por Kidman fuese todo un “inesperado” éxito en los Estados Unidos). 


Weisz interpreta a Hypatia, una mujer adelantada a su tiempo; una mujer obsesionada con la astrología; una mujer con un claro posicionamiento contra toda clase de religión. Todo ello, sobre todo lo último, provoca la ira de los cristianos (a los que la película no deja en muy buen lugar; bueno, realmente no deja en buen lugar a la religión, así en general), cuyo poder va en aumento en Alejandría, la ciudad en la que se halla la magnífica biblioteca que ella misma gestiona. Hypatia, nuestra gran protagonista, es un personaje histórico desconocido (por lo menos para el grueso del público, incluido servidor), por ello resulta especialmente interesante este acercamiento. Sin embargo, el guión falla tanto en dotar de entidad a los personajes (sirva como ejemplo el pueril triángulo amoroso en el que está inmersa, a su pesar, la propia Hypatia) como en tratar de emocionar, siendo el resultado final decididamente frío, casi inerte (y sus diálogos más discursivos que intensos).


Tampoco ayudan mucho las interpretaciones, las cuales, así en general, no pasan de correctas. Buen ejemplo sería la llevada a cabo por Weisz, cuyo trabajo convence a pesar de la evidente falta de garra que destila su actuación y, por ende, su personaje (por mucho énfasis que dé a sus diálogos). Si bien, la suya es, y con diferencia, la mejor de las que podemos ver en Ágora, siendo especialmente desafortunada la realizada por Michael Lonsdale, quien da vida a su progenitor con poco esmero y una pasividad desesperante (mi animadversión hacia los personajes, y por lo que les va sucediendo, aumenta conforme avanza la historia; no los comprendo y, llegados a cierto punto y salvo honrosas excepciones, tampoco me importan demasiado). Afortunadamente, el apartado técnico acaba salvando el conjunto (atención a la buena labor de vestuario, a su acertada fotografía y a una más que prodigiosa dirección artística). Su notable acabado es lo que termina por medio equilibrar la balanza de esta interesante, pero tristemente apática, película.

Lo mejor: El apartado técnico.

Lo peor: Su terrible (casi exasperante) frialdad.

Puntuación: 5/10.

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