sábado, 19 de mayo de 2018

Anatomía de Grey (Temporada 14)

Título original: Grey’s Anatomy. Años: 2017-2018 (Temporada 14 de Anatomía de Grey). País: Estados Unidos. Género: Drama, Comedia, Romance. Creadora: Shonda Rhimes. Intérpretes: Ellen Pompeo, Justin Chambers, Chandra Wilson, James Pickens Jr., Kevin McKidd, Jessica Capshaw, Jesse Williams, Sarah Drew, Caterina Scorsone, Kelly McCreary, Camilla Luddington, Jason George, Giacomo Gianniotti, Debbie Allen, Stefania Spampinato, Martin Henderson, Kim Raver.

Pompeo, la atípica, tan amada como, ¡por qué no decirlo!, defenestrada (yo soy de los que la ama, me veo en la necesidad de remarcarlo para que conste), protagonista de esta serie (quien este año daba el campanazo con un aumento de sueldo que se le había negado sistemáticamente durante años a pesar de ser la líder de este melodrama médico) aseguraba en una entrevista reciente que el final de Anatomía de Grey se presenta más cercano que nunca. Sin embargo, la misma está a punto de superar el recorrido mediático de otra de las series médicas más importantes de los últimos años: Urgencias (ER), emitida de 1994 a 2009. Ambas tienen en común el haber continuado en antena durante años a pesar de la marcha de varios de sus actores principales. Pompeo, la gran protagonista de la que nos ocupa, sigue al pie del cañón, dando vida a Meredith Grey, una de las más respetadas médicas del Grey-Sloane Memorial Hospital, madre de tres hijos y toda una superviviente (en temporadas pasadas no sólo veíamos cómo afrontaba la muerte de varios amigos, de su madre, de su medio hermana y hasta de su marido, sino que también estuvo a punto de perder la suya propia, ¡y en varias ocasiones!). Esta decimocuarta temporada no sólo nos narra sus éxitos profesionales (y sus vivencias personales), también las de todos aquellos con los que comparte trabajo y algo más (estamos ante una serie cuasi coral; además, Anatomía de Grey se caracteriza por ser una ficción en la que se mezcla lo profesional y lo personal, todo ello aderezado con cierto toque sentimental siempre al borde de la diabetes). Pero esta temporada será recordada por una narración que ha ido abriéndose paso a bandazos. Es como si los guionistas no hubiesen sabido cómo afrontar ciertos retos o qué hacer con algunos personajes y con buena parte de sus historias (las idas y venidas de varios actores tampoco han facilitado las cosas). ¡Y sí, me dejo de rodeos y comienzo con mi crítica/resumen! ¡Y ojo, lo hago con bien de SPOILERS! 


Retomando el tema: esta decimocuarta temporada, tal y como indicaba un poco más arriba, se ha caracterizado por cómo los guionistas han gestionado las distintas tramas y subtramas (¡y remarco lo del cómo!; ¡y señalo que no siempre han estado acertados!). Así, en los primeros capítulos se dedican a dar carpetazo a dos historias (aparentemente) importantes: la que involucraba al ex de Jo (Camilla Luddington), el maltratador Paul Stadler (Matthew Morrison, el profesor de la colorida Glee), cuya aparición sirvió como gran cliffhanger de cierre en la entrega anterior (y al que se cargan sin contemplaciones en uno de los episodios más autocomplacientes jamás vistos en la serie), y la que tenía que ver con una de las incorporaciones más recientes, la del doctor Nathan Riggs (Martin Henderson, actor que había sido reclutado para servir de interés amoroso de  Meredith, prácticamente el primero desde que ésta enviudara, y que protagonizó durante la anterior temporada un descafeinado triángulo amoroso con ella y con la medio hermana viva de ésta, a la que interpreta Kelly McCreary), quien abandona (para nuestra sorpresa, al menos la mía) la serie tras la (sorprendente) aparición de Megan (Abigail Spencer), su gran amor y, además, hermana de Owen (Kevin McKidd, cuyo personaje es uno de los más desafortunados en lo que a amores se refiere y al que a finales de temporada le encomendaron una nueva misión: la de ser padre de acogida), a la que habían dado por muerta años ha. No sería la única baja que sufriríamos, ya que a mitad de recorrido se nos daba a conocer (al menos a los que, como servidor, somos incapaces de ignorar un buen spoiler) que dos veteranas, Arizona (Jessica Capshaw, en Anatomía de Grey desde la temporada 5) y (Sarah Drew, cuya primera aparición tuvo lugar en la temporada 6), habían sido despedidas. La primera ya no aportaba mucho a la ficción (las cosas como son), pero la segunda (quien nunca ha sido precisamente uno de mis personajes preferidos) estaba protagonizando uno de sus mejores momentos (tras varias desgracias había perdido la fe y cambiado drásticamente su forma de vivir; vamos, que se había desmelando de malas maneras). Ambas han sido prácticamente “despachadas” por la puerta de atrás. Arizona, a pesar de que haberle buscado/encontrado un nuevo y reluciente ligue, Carina (Stefania Spampinato), hermana de otro de los médicos, Andrew DeLuca (Giacomo Gianniotti), no ha levantado cabeza desde la marcha de Callie (Sara Ramirez, parte fundamental de la serie; se incorporó a la misma durante su segunda temporada y se mantuvo en ella hasta la duodécima), lo que me lleva a maldecir a esas series que, al igual que hicieran en Buffy, cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer) con Willow (Alyson Hannigan) y Tara (Amber Benson), destrozan sin piedad a sus queridas parejas lésbicas (por mucho que en el último capítulo parezcan dejar la puerta abierta a su retorno como pareja) para desesperación de los fans (¿no hubiese sido mejor despedirlas a la vez y facilitarnos un final feliz en lugar de dejar que la primera fuese perdiendo fuelle a pasos agigantados?). ¿Y qué decir de lo de April? Lo suyo ha sido un poco más complicado. Resulta que, tras una temporada en la que ha brillado de lo lindo, deciden sacarse de la manga un romance oculto con el pobre Matthew (Justin Bruening, puteadísimo a lo largo de toda la temporada), a quien en su día dejó plantado en el altar… En fin… Y todo ello tras un capítulo, el penúltimo, en el que juguetean con matarlos a los dos (sobre todo a April), algo a lo que nos tiene acostumbrados este melodrama médico (¡y sí, tú también, querida Shonda!) y un último que termina en boda.


Pero eso no es todo, la serie ha seguido explotando (con tino) el factor nostalgia (ya no tanto abusando, como antaño, de flashbacks; algo que, aunque parezca lo contrario, no me molesta en absoluto, más bien todo lo contrario) con episodios como aquel (¡el número 300, nada más y nada menos!) en el que aparecen los dobles de tres de los personajes más queridos/recordados: Yang (Sandra Oh), George (T.R. Knight) e Izzie (Katherine Heigl). Lástima que no recuperaran también a los actores (se dijo que se llegó a sopesar, algo es algo). Pero bueno, sí que tuvimos de vuelta (las ordeno de mayor a menor importancia/relevancia) a Teddy (Kim Raver, a la que no veíamos desde la temporada 8), a la doctora Nicole Herman (Geena Davis regresaba para dar algo de dignidad a la marcha de Arizona) y hasta a la enfermera Olivia (Sarah Utterback); sí, la que contrajo la sífilis por culpa de Alex (Justin Chambers), el más cretino de los personajes con que cuenta (desde el minuto 1) la serie, por mucho que de un tiempo a esta parte traten de redimirlo con ganas (cosa que nunca lograrán conmigo) y a pesar de que siga comportándose como un completo papanatas (¡qué barato le salió apalear sin razón al pobre DeLuca y que mal se ha comportado, más recientemente, con su propia madre, interpretada, durante el capítulo 22, por Lindsay Wagner!; ¡menos mal que su personaje, el que menos tolero, junto al de su novia Jo, no ha gozado de demasiado protagonismo, por mucho que el capítulo final se centre en su, un tanto aburrido, enlace!). Shonda, ¿por qué no te los cargas?

Lo mejor: Sigue (¡a pesar de encontrase en su decimocuarta temporada, lo cual tiene mucho más mérito!) enganchándome como pocas, y lo hace gracias a su mezcla de drama de categoría y culebrón (guilty pleasure total). Además, vive pegada a la actualidad (toca temas como el feminismo o el acoso sexual) y la que muestra más diversidad (tanto en lo que se refiere a razas como a identidades sexuales; a destacar la presencia de los internos, quienes han gozada de su propia webserie, y cuya presencia, más testimonial que la de los internos de otros años, sólo puedo catalogar de agradecida), y eso está muy bien. A destacar el capítulo 20 (aquel en el que varios de nuestros protagonistas ingieren accidentalmente una galletas caseras con marihuana), uno de los más divertidos de los últimos años.

Lo peor: Cómo los guionistas han resuelto algunas historias y la salida de algunos personajes (aparte de los ya mencionados Arizona, April y Nathan, también nos ha dejado Sam, interpretada por Jeanine Mason, actriz que será una de las futuras protagonistas de una nueva serie, titulada Roswell, New Mexico, que prepara el canal The CW, ya que su personaje, tras un episodio que critica las políticas anti-inmigración, se veía obligada a abandonar el país y a su querido DeLuca), la pareja formada por Alex y Jo y algunos momentos un tanto patéticos (a la cabeza me vienen los terribles sollozos que se marca Pompeo en el capítulo 23 (¡ay, omá!). Y, la verdad, tampoco me entusiasma el posible retorno de Teddy.  

Puntuación: 7,5/10.

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