Ana Fernández-Villaverde, también
conocida como La bien querida, se abraza definitivamente a la electrónica en su
cuarto larga duración. Además estamos ante su trabajo más ambicioso (la
producción es tan detallista como exquisita y las letras gozan de estribillos
pegadizos sin dejar de lado la complejidad). Su edición en vinilo se divide
(como el título del disco) en tres partes: premeditación,
nocturnidad (el más oscuro de los tres, como la propia Ana se empeñaba en
repetir tras su reciente concierto en Zaragoza; y eso a pesar de incluir uno de
los temas más bonitos de esta estupenda etapa: Encadenados) y alevosía.
Dicen que del amor al odio hay sólo un paso. En el caso de este trabajo a veces no hay ni una canción de separación. Y es que en Premeditación, nocturnidad y alevosía predominan las canciones que hablan de terribles desengaños e incluso de fortísimos odios (“no te quiero / yo ya no te quiero”, apunta en Alta tensión; “ojalá pudiera verte muerto”, repite una y otra vez en el quinto corte del álbum; “que los cuervos te saquen los ojos / las águilas el corazón / las serpientes te arranquen las entrañas por tu mala condición”, pide en la tremendista Crepúsculo), aunque también hay hueco para el amor (“tus ojos derriten el hielo / el hielo de mi corazón”, señala en Encadenados).
El estribillo de Música contemporánea me recuerda a La
casa azul (también a uno de los grandes clásicos de nuestro pop: Perlas ensangrentadas, de Alaska y
Dinarama), Vueltas bien podría pasar
por tema de Los punsetes, Geometría
existencial tiene la fuerza de algunas de las canciones de Triángulo de
amor bizarro y la maravillosa Muero de
amor parece instrumentalizada, sobre todo su intro, por un inspiradísimo
Joe Crepúsculo. Pero Premeditación,
nocturnidad y alevosía es un disco 100% La bien querida. También uno de los
grandes trabajos nacionales de este año.
Lo mejor: La producción y las letras.
Lo peor: Que algunos temas alejen a oyentes potenciales por pecar
de oscuros.
Puntuación: 8,5/10.
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