Título original: Session 9. Año: 2002. País: Estados Unidos. Género: Intriga, Terror. Director:
Brad Anderson. Guionistas: Brad
Anderson y Stephen Gevedon. Intérpretes: David Caruso, Peter Mullan, Stephen
Gevedon, Paul Guilfoyle, Josh Lucas, Brendan Sexton III, Charley Broderick, Larry
Fessenden.
Gordon,
interpretado por Peter Mullan, actor inglés visto en películas como Mi nombre es Joe (My Name is Joe), de
Ken Loach, Miss Julie, de Mike
Figgis, El perdón (The Calim), de
Michael Winterbottom, Hijos de los
hombres (Children of Men), de Alfonso Cuarón, o Caballo de batalla (War Horse), de Steven Spielberg, y su equipo
son contratados para realizar labores de limpieza (urge retirar el peligroso
amianto) en un edificio decadente que en su día fue un hospital psiquiátrico,
situado en medio de un bosque, y que lleva clausurado alrededor de quince años.
Una vez allí, cada uno de ellos, y de distintas maneras, comienzan a sentir
cosas verdaderamente extrañas… El televisivo David Caruso, popular gracias a
las series Policías de Nueva York
(NYPD Blue) y CSI: Miami, Josh Lucas
(Sweet Home Alabama, American
Psycho, J. Edgar), Stephen
Gevedon (Oz, Show Me a Hero, The Deuce;
trabajos, todos ellos, para la pequeña pantalla), Paul Guilfoyle (con más de
300 capítulos de C.S.I., la serie
original, a sus espaldas) y Brendan Sexton III (Boys
Don’t Cry) completan el reparto.
Dirigida por Brad Anderson, director de El
maquinista (The Machinist), la famosa película para la que Christian Bale
adelgazó cerca de 30 kilos, quedándose en unos tísicos, y preocupantes, 55, Session 9 se presenta como una curiosa
cinta de terror; a medio camino entre el cine de sustos y el de terror
paranormal, pero que, desgraciadamente, se queda en tierra de nadie al no
explotar ninguna de dichas opciones. Aun así, Anderson, que se hizo con el galardón
a mejor director en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, demuestra
solvencia retratando los terrores a los que son sometidos los cinco personajes
principales, sabiendo mantener la tensión y un tono paranoico ciertamente
interesante, aunque ello sea más latente conforme avanza la historia (y aunque ésta
lo haga a trompicones). Además, se agradece que el guión tenga a bien la
estimable labor de dotar de personalidad a sus protagonistas. Nos muestra la
“delicada” situación familia de Gordon, quien acaba de ser padre; presenta a
Phil (David Caruso) como la mano derecha de Gordon, pero también como alguien
que no soporta tener cerca a Hank (Josh Lucas), ya que éste está saliendo con
su ex; la obsesión del inteligente Mike (Stephen Gevedon, también co-guionista)
por la historia de una niña que estuvo en dicho sanatorio (y que da lugar a
algunos de los puntos álgidos de la cinta; atención a cuando comienza a
escuchar varias de sus sesiones) o el pánico a la oscuridad que sufre Jeff
(Brendan Sexton III), sobrino de Gordon. El hecho de presentarnos de forma tan detallada
a los personajes es una inteligente manera de hacer que nos preocupemos por su
devenir. Anderson parece saberlo y se aprovecha (aunque sin todo el éxito
esperado) de ello.
Otro punto de interés lo encontramos en su lograda ambientación; si bien, parece sencillo lograr una atmósfera asfixiante teniendo en cuenta el escenario principal (o, mejor dicho, único). Eso sí, se podría acusar a la película de no funcionar hasta bien entrado su tramo final, el cual nos desvela información vital para comprender los actos de los personajes y que todo tenga (más o menos) sentido. Algo que han hecho, y con mucha mejor fortuna, otras películas de género. El caso más popular (y hasta obvio) sería el de El sexto sentido (The Sixth Sense), de M. Night Shyamalan. Pero aquí no se logra un clímax tan potente, quedando el mismo algo limitado; eso mismo le sucede, así, en líneas generales, a esta película, por muy loables que sean (o parezcan) sus intenciones (a mi entender: las de ofrecer un producto de género algo distinto; más psicológico e incluso un tanto más adulto).
Lo mejor: Todo lo que tiene que
ver con la niña (con personalidad múltiple) que estuvo en el sanatorio y el
acto final (aunque sólo sea porque es cuando más avanza la, no muy fluida,
narración).
Lo peor: La sensación de que
todo foco de interés se concentra, casi exclusivamente, en su último tramo.
Puntuación: 5/10.
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