domingo, 11 de febrero de 2018

Dr. Strange (Doctor Extraño)

Título original: Doctor Strange. Año: 2016. País: Estados Unidos. Género: Fantasía, Ciencia-Ficción, Acción. Director: Scott Derrickson. Guionistas: Scott Derrickson, John Spaihts y C. Robert Cargill (adaptando los cómics de Stan Lee y Steve Ditko). Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Rachel McAdams, Tilda Swinton, Chiwetel Ejiofor, Benedict Wong, Benjamin Bratt, Mads Mikkelsen, Scott Adkins, Michael Stuhlbarg, Mark Anthony Brighton, Chris Hemsworth, Stan Lee.

Neurocirujano (tan engreído como meticuloso), y que se vio obligado a retirarse tras un accidente que derivó en una enfermedad nerviosa que afectó a sus manos (así lo vemos también en la película que nos ocupa), mago (llegando a ostentar el título de “Hechicero Supremo”), Defensor (en un equipo que nada tiene que ver con el representado en la serie de televisión), miembro de los Hijos de Medianoche y también de los Illuminati (una agrupación secreta y conformada por algunos de los más importantes, e inteligentes, superhéroes: Black Bolt, Iron Man, Mr. Fantástico, Namor, el Profesor Xavier y, claro, nuestro protagonista). Stephen Strange, alias Dr. Strange, se ha convertido, desde que naciera gracias a la mente maestra de Stan Lee y los lápices de Steve Ditko en el ya lejano año 1963, en uno de esos personajes esenciales en las historias de Marvel Comics; participando como pieza clave en buena parte de sus eventos y protagonizando algunas otras historias fundamentales en solitario. Sin embargo, era alguien semi-desconocido (o directamente desconocido) para los no iniciados en el mundillo comiquero. Algo que esta película se encarga de remediar. 


Como decía al principio, la vida de nuestro héroe, interpretado aquí por Benedict Cumberbatch, protagonista de la serie Sherlock y visto en películas como Descifrando Enigma (The Imitation Game), en la que interpretaba a Alan Turing, y que le acabó reportando una nominación al Oscar, cambió tras un accidente (automovilístico, para ser más exactos). Angustiado, y viendo que la medicina tradicional poco podía hacer por él, decide buscar otro tipo de cura, acudiendo a una comunidad aislada en Nepal y llamada Kamar-Taj. No tardará, una vez allí, en verse inmerso en una batalla contra fuerzas malignas y oscuras deseosas de destruir nuestra realidad. Fuerzas que Strange deberá combatir con unos poderes que prácticamente acaba de adquirir. A Cumberbatch (¡qué apellido más complicado!), por cierto, lo acompañan intérpretes como Tilda Swinton (Oscar, en la categoría de mejor actriz de reparto, por Michael Clayton, el interesante drama judicial a mayor gloria de George Clooney), metiéndose en el rol de la persona encargada de introducir a Strange en el mundo de la magia (y para el que se tanteó a actores tan dispares como Morgan Freeman, Bill Nighy o Ken Watanabe),  Mads Mikkelsen (protagonista de Hannibal, serie que narra las andanzas de un joven Hannibal Lecter), como dirigente de una secta dedicada a alabar las artes oscuras, o Rachel McAdams (Spotlight, por la que obtuvo una nominación a los premios de la academia, en el apartado de actriz de reparto, y vista más recientemente en la serie True Detective, concretamente en su segunda, y algo denostada, temporada), quien se tiene que conformar con el nada memorable papel de “chica de la película” y “ocasional interés amoroso del prota de turno” (papel que también le fue ofrecido en Iron Man y que rechazó; me refiero, claro al de Pepper Potts, a quien acabó dando vida Gwyneth Paltrow). A los mandos de esta particular aventura se halla Scott Derrickson, especialista en dirigir películas de terror. Suyas son El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose), Sinister y Líbranos del mal (Deliver Us from Devil), por citar sólo algunas de las más conocidas.


Si hay algo que ha sabido hacer con astucia Marvel Studios es crear expectación con sus películas. Y hacerlo siempre (por lo menos de un tiempo a esta parte, básicamente desde el primer Iron Man), aunque éstas estén protagonizadas por personajes a los que el gran público no termina de ubicar o conocer. Porque una cosa es triunfar con una película sobre Spider-Man, Iron Man o el Capitán América y otra muy distinta hacerlo con cintas como Ant-Man o la que nos ocupa (amasó más de 675 millones, a nivel mundial, con un presupuesto cercano a los 165; también obtuvo, en general, el respaldo de la crítica; en Rotten Tomatoes, por ejemplo, acumuló un 90% de críticas positivas), en la que los héroes titulares son famosos entre el fandom pero muchísimo menos (o, como decía al inicio de esta crítica, directamente desconocidos) para los no iniciados en el mundillo comiquero de superhéroes. Se agradece también que, aunque se acuse a la compañía de abusar de cierto tono cómico y un tanto infantil, el de este Dr. Strange poco tenga que ver con el visto en anteriores largometrajes superheróicos (aunque tampoco es que rehúya por completo del humor). Dr. Strange no aparecería en mi lista (y con lista quiero decir Top 10) de cintas favoritas del UCM, pero su correcto reparto (con un Benedict Cumberbatch como perfecta elección para el papel y unos secundarios de renombre, que, eso sí, acaban adoleciendo de irrelevantes), sus múltiples extravagancias (todo en ella peca de grandilocuente y exagerado) y unos efectos especiales alucinantes (no se me ocurre mejor manera de adjetivarlos) hacen de ésta una película estimable y mucho más entretenida de lo que me esperaba, por mucho que su guión no sea todo lo rompedor que nos prometieron Derrickson y compañía.

Lo mejor: Un despliegue visual de primer orden (¡atención a todas esas escenas de acción en las que se juega con el espacio y el tiempo!).

Lo peor: Lo desaprovechada que está la pobre Rachel McAdams.

Puntuación: 6/10.

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