Título original: Pose. Año: 2018 (Temporada 1 de Pose). País: Estados Unidos. Género:
Drama. Creadores: Ryan Murphy, Brad
Falchuk y Steve Canals. Intérpretes: Mj Rodriguez, Indya Moore, Evan Peters, Ryan
Jamaal Swain, Billy Porter, Dominique Jackson, Angel Bismark Curiel, Kate Mara, James Van Der
Beek, Charlayne Woodard, Angelica Ross, Hailie Sahar, Clark Jackson, Roslyn
Ruff, Deidre Goodwin, Christopher Meloni, Sandra Bernhard.
Scarlett Johansson fue noticia recientemente tras aceptar protagonizar
Rub & Tug, película en la que iba
(sí, en pasado) a dar vida a Dante Hill, una mujer que se identificaba como
hombre y que dirigió varios salones de masaje (prostíbulos clandestinos)
protegidos por la mafia. El personaje no podía ser más jugoso, pero la elección
de Johansson levantó ampollas entre distintos colectivos. Colectivos que
reclamaban (a la vez que abrían un interesante debate) que fuese un intérprete
transgénero quien se encargara de dicho rol. La actriz no tardó en mover ficha,
pidiendo perdón y abandonando el proyecto. No era la primera vez que Johansson se
veía inmersa en una polémica de ese tipo. A su papel de cyborg en Ghost
in the Shell, adaptación del popular manga de Masamune Shirow, me
remito. Y es que, de un tiempo a esta parte, todos estamos un poco más
concienciados con el papel que las minorías juegan en los distintos ámbitos de
la vida, incluido, claro, el arte. Algo que Ryan Murphy (American
Horror Story, American
Crime Story) siempre ha tenido muy presente. La serie que nos atañe,
una de sus últimas producciones, titulada Pose,
viene a ser una más que excelente muestra de ello.
Pose nos retrotrae hasta finales de los ochenta (con
el aterrador VIH sobrevolándolo todo) y nos presenta a un grupo de marginados
(negros y latinos; gays y trans) que forman una muy peculiar familia que les
sirve como apoyo en sus momentos más difíciles (que no son pocos, desde ya lo
aviso). Su tiempo de ocio lo emplean compitiendo en balls, donde distintas “Casas” (esas atípicas familias a las que me
refería un poco más arriba; capitaneadas por una figura a la que llaman “Madre”
y que realmente ejerce como tal) tratan de obtener premios que un jurado otorga
a aquellos que lucen con más gracia y salero sus mejores (y más llamativos)
atuendos (todo ello dentro de unas temáticas muy concretas). Dichos galardones
se traducen en prestigio para la “Casa” que se hace con ellos. Dos de ellas son
las que gozan de mayor presencia a lo largo de esta temporada: la “Casa de la
abundancia”, liderada con puño de hierro por la terrible/temible Elektra (Dominique
Jackson), y la “Casa de Evangelista”, creada por Blanca (Mj Rodriguez), quien
anteriormente había pertenecido a la primera. Pronto Blanca irá reclutando
nuevos miembros para su recién inaugurada “Casa”, como Damon (Ryan Jamaal
Swain), un joven al que le gusta bailar y que ha sido expulsado de su hogar al
confirmar que es gay, Ricky (Dyllon Burnside), el reciente novio de éste, un
traficante (Angel Bismark Curiel) y Angel (Indya Moore), destinada a convertirse
en uno de los personajes favoritos de los seguidores, quien se gana la vida
prostituyéndose y acaba enamorada de uno de sus clientes, un aspirante a yuppie llamado Stan (Evan Peters),
casado con Patty (Kate Mara) y padre de dos críos. Mis personajes favoritos
serían (por orden de preferencia): Angel, la bondadosa Blanca y Elektra (el que
más evoluciona, de lejos, a lo largo de la temporada).
Pose es, además de la serie con mayor diversidad
en antena (¡chúpate esa, Shonda Rhimes!), toda una delicia para vista (¡esos
vestuarios imposibles!) y oído (toda una oda a la música disco y a la música
ochentera). Reconozco que el primer capítulo se me hizo un poco de bola (tanto
por cómo nos va presentando a los personajes como, sobre todo, por su duración:
74 minutazos). También reconozco lo poco que me convence un final de temporada
que derrocha azúcar por los cuatro costados. Si bien, todo lo que hay entre uno
y otro (es decir, los otros seis capítulos que completan esta primera
temporada; ya hay, por cierto, confirmada una segunda) vale muy mucho la pena. Me
gusta especialmente cuando se dedica a mostrarnos los problemas (rechazo,
drogas, prostitución, enfermedades), dilemas (cómo Elektra se debate entre
operarse y perder a su “machirulo”, interpretado por Christopher Meloni, o no
hacerlo y sentirse incompleta por dentro y por fuera, por ejemplo) y aspiraciones
(algunas tan básicas como poder entrar a bares gays; otras mucho más
ambiciosas, como vivir de lo que más te gusta, que es lo que anhela Damon) a
los que se enfrentan los personajes principales. Estamos ante una serie cuyo
discurso no puede ser más oportuno (parece que por fin ha llegado la hora de
otorgar a la comunidad trans la visibilidad que merece) y necesario. Y eso es
algo que debemos celebrar. Todavía más cuando dicho
discurso se presenta con un envoltorio como el que nos ofrece esta producción,
la cual se nota que está realizada con mucho mimo y cariño.
Lo mejor: La historia, que sea
tan inclusiva (¡bravo, Murphy!) y un apartado visual y sonoro decididamente
destacable.
Lo peor: Lo poco que me interesa
la trama que protagonizan Stan, su mujer y el jefe de éste (James Van Der Beek);
excepto si aparece Angel de por medio, claro.
Puntuación: 7/10.
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